miércoles, 20 de abril de 2011

Fundamentos para la Creación del Colegio de Arqueólogos de Chile

Primera Asamblea del Colegio de Arqueólogos
 
Documento elaborado en agosto de 2009 que da cuenta de los fundamentos para la creación del Colegio de Arqueólogos de Chile (Publicada originalmente en http://www.arqueologos.cl/?q=node/34).

Por: Carlos Carrasco G., Daniella Jofré P., Álvaro Romero G., Rolando Ajata L., Marco Portilla M., Bárbara Cases C., Daniela Valenzuela R., Verónica Silva P.

En Chile el desarrollo de la arqueología cuenta con una larga tradición devenida desde el siglo XIX, adquiriendo mayor importancia a principios del siglo XX. Sin embargo, su desarrollo más acelerado sucede en los inicios de la década de 1970, cuando se instaura la arqueología como disciplina académica dictada en la Universidad (Universidad del Norte- Antofagasta, Universidad de Chile- Santiago, Universidad de Concepción- Concepción). Hasta ese momento, los arqueólogos en Chile provenían de distintas profesiones, dedicándose a ésta de manera autodidacta o con formación en el extranjero, pero siempre con un elevado espíritu de trabajo que promovió la investigación científica y posteriormente la formación académica.

En este contexto se promulga la nueva Ley 17.288 de Monumentos Nacionales en 1970 que protege la totalidad del patrimonio arqueológico en el actual territorio chileno “por el sólo ministerio de la Ley”. Además, dicha normativa en vigencia otorga nuevas funciones al Consejo de Monumentos Nacionales que actualmente constituye el único organismo que en Chile autoriza a nivel central todas las solicitudes para prospección y excavación arqueológica mediante el Reglamento de Exploraciones y Excavaciones Arqueológicas declarado por el Decreto Supremo N° 484 del 2004.

Aunque en los años posteriores al surgimiento sobrevivió únicamente “la carrera” en la Universidad de Chile, la arqueología siguió desarrollándose con bastante éxito por el trabajo de los primeros arqueólogos profesionales y no profesionales (entre éstos últimos: algunos fundadores de la SCHA, ingenieros, médicos, profesores, antropólogos, historiadores y aficionados, entre otros). A lo anterior se suma la gestión de la Sociedad Chilena de Arqueología fundada en 1963 durante la realización del Congreso Internacional de Arqueología de San Pedro de Atacama y abocada al desarrollo de la investigación arqueológica en Chile. Desde este inicio, el principal ámbito de ejercicio fue la investigación científica básica, seguida por las acciones de difusión y la educación patrimonial, a través de museos, municipios y escuelas. Al mismo tiempo siempre hubo participación sobre proyectos de desarrollo, relacionados con rescates y salvatajes arqueológicos (p.e. Plaza de Coquimbo, valle de Azapa, entre otros).

No obstante, desde hace aproximadamente una década y media la disciplina arqueológica se ha visto inmersa en una ampliación de los espacios de ejercicio y desarrollo inducidos por las transformaciones sociales, políticas y económicas que han afectado a la sociedad chilena derivadas de la crisis política de principios de los ’70, la dictadura militar y la posterior y actual democracia protegida. Esta situación conlleva una diversidad de aspectos que, si bien no alteran el objetivo científico de la disciplina, han transformado el campo de acción o ejercicio disciplinario de los arqueólogos nacionales. Con ello se ha producido no sólo la diversificación disciplinaria, sino también la expansión de la oferta laboral y la oferta académica: hoy los arqueólogos chilenos no sólo desarrollamos nuestra disciplina haciendo investigación pura financiada por el Estado o patrocinada por un Museo o Universidad, también lo hacemos realizando estudios de impacto ambiental, asesorando a jueces en causas judiciales, dictando clases en diversas instituciones de educación (fiscales o privadas), promoviendo y difundiendo nuestros conocimientos en museos locales y escuelas, asesorando a comunidades indígenas, evaluando proyectos de diferentes instituciones públicas, y quizás en muchos otros ámbitos que se escapan a este listado.

Del mismo modo, la Universidad de Chile dejó de ser la única institución académica en dictar “la carrera” de Arqueología: producto de una situación social externa al desarrollo disciplinario mismo (como lo es la investigación arqueológica pura), diversas instituciones de educación han optado por incluir a la Arqueología dentro de su oferta académica. Esto como resultado de los dictámenes del libre mercado de la educación y el posicionamiento globalizado de la imagen de “arqueólogos aventureros”. Asimismo, podemos pensar que las universidades hicieron una lectura rápida e intuitiva del perfil profesional requerido en los ámbitos públicos y privados por la legislación ambiental o políticas sociales.

Hoy, al menos cuatro Universidades dictan la carrera en Chile (Universidad de Chile, Universidad Internacional SEK, Universidad Bolivariana, Universidad de Tarapacà) generando un amplio contingente de estudiantes, egresados y profesionales que tarde o temprano reclamarán espacios de ejercicio tradicionales o abrirán nuevos campos en donde la arqueología como ciencia social tiene o tendrá algo que aportar.

Asimismo, y en estrecha relación con los puntos antes mencionados, es preciso señalar que cada vez menos los arqueólogos chilenos ejercemos nuestra profesión de la manera tradicional, es decir, desde el patrocinio de los museos o universidades, sino que cada vez más desde contratos directos con la empresa privada ya sea de manera particular o grupal. Esta situación ha derivado en la conformación de diversas empresas “consultoras”, las que han absorbido en distintos grados de calidad, eficiencia y responsabilidad las nuevas ofertas y demandas promovidas por el libre mercado y respaldadas por la legalidad chilena vigente (Ley de Medio Ambiente 19.300, Reglamento de Excavaciones Arqueológicas DS 484).

Nos encontramos, por lo tanto, ante un escenario que, si bien es relativamente nuevo para la apreciación cronológica propia de nuestra disciplina, se comienza a configurar ya desde inicios de la década del ’90 y a consolidar en los inicios del presente siglo. Este contexto actual, deriva en una dispersión por parte de los miembros de nuestra comunidad profesional que se aprecia principalmente en la disparidad de criterios para:

Ø enfrentar situaciones laborales concretas y diversas condiciones de ejercicio laboral en ámbitos públicos y privados,

Ø afrontar la investigación científica;

Ø plantearse frente a temas sociales relevantes y en los cuales como arqueólogos podemos aportar;

Ø apreciar el rol social que debe cumplir la arqueología como disciplina social y sus ámbitos de acción

Ø en la promoción y divulgación de los diferentes resultados de los estudios arqueológicos.

Así, vemos día a día como los miembros de esta comunidad científica ejercemos nuestra disciplina de manera individualista; no tenemos o manifestamos opinión alguna en ninguno de los temas hasta aquí bosquejados, sean internos o externos a la disciplina; desconocemos lo que otros miembros de esta comunidad desarrollan como arqueólogos; no nos integramos de manera conjunta a discusiones sociales de relevancia para nuestra disciplina; no nos interesamos por nuestros derechos laborales; no nos preocupamos por dar a conocer los resultados y métodos de nuestro trabajo, ni a la sociedad en general, ni entre nosotros mismos; no generamos espacios de diálogo interno respecto de estos y otros temas; no generamos espacios de colaboración en nuestro quehacer científico; no incorporamos de manera adecuada a quienes comienzan el “camino de la arqueología”. En definitiva, no actuamos como una “comunidad” científica, disciplinaria o gremial que se precie de tal.

No obstante, cada vez que alguna de estas temáticas afecta de manera directa a los miembros de nuestra comunidad, ya sea de manera individual o colectiva, emocional, racional o física, surge entre los arqueólogos la necesidad de agruparnos y levantar una voz única ante tal o cual situación, o bien que la SCHA se exprese en nombre de todos. Las respuestas hasta ahora han seguido principalmente dos líneas: la primera corresponde al argumento de que la SCHA no fue creada para dar respuesta a ninguno de éstos tópicos, sino para velar por la investigación científica básica; y la segunda, a una desidia generalizada entre los arqueólogos por generar espacios de comunicación y solidaridad gremial.

Ante esto, consideramos que efectivamente nuestra comunidad científico-profesional requiere de una organización que, aunque no logre unanimidad de criterios, sí pueda pronunciarse ante temas que afectan a la disciplina misma, a la sociedad chilena en la que ésta se desarrolla y al ejercicio laboral. Aunque no sea posible por una cuestión humana que todos opinemos lo mismo, al menos debiésemos preocuparnos por generar lineamientos generales ante situaciones que puedan ser acogidas por un número amplio de arqueólogos. La posibilidad legal para agruparnos existe en la conformación de una asociación gremial.

En síntesis, la actual situación social, política y económica de nuestro país ha afectado el ejercicio disciplinario de la arqueología chilena, escapándose éste del ámbito de la investigación científica pura tradicional y originando nuevas formas de práctica arqueológica. Asimismo, la oferta académica ha aumentado y en poco tiempo más contaremos con un alto número de arqueólogos titulados egresados de diferentes casas de estudios, que reclamarán espacios tradicionales de ejercicio u otros nuevos. Esto ha suscitado un sinnúmero de situaciones que requieren de la comunicación directa entre arqueólogos y de la colaboración mutua de quienes ejercemos la arqueología profesional en Chile en distintos ámbitos. Es por ello que creemos necesario convocar a cada uno de los arqueólogos a participar activamente de una organización que nos agrupe en torno a nuestros problemas más inmediatos y nos permita ser agentes activos en las distintas situaciones sociales en la que los arqueólogos deban opinar o alzar la voz. No somos una comunidad aislada del resto de la sociedad, sino por el contrario, hemos visto cómo los cambios sociales han afectado a nuestra disciplina y cómo permanecemos pasivos, inertes y encerrados en nuestras divagaciones científicas sin dar siquiera una opinión como comunidad.

En relación a los roles sociales de la arqueología, los arqueólogos debiésemos incorporar discusiones y soluciones relacionadas con demandas patrimoniales indígenas y la protección del patrimonio nacional, manteniendo una posición crítica ante políticas de Estado que afecten los recursos culturales vivos representado por las comunidades indígenas y que en cierto modo han generado nuestro objeto de estudio arqueológico. Asimismo, debiéramos mantener una estrecha cooperación con los programas de educación patrimonial a nivel público.

Si bien, no tenemos cabal claridad respecto de los temas que un Colegio de Arqueólogos debe incorporar en su actividad, sí entendemos que debemos agruparnos en torno a los siguientes objetivos:

a) Promover y difundir la práctica arqueológica y velar por las condiciones laborales en que se desempeñan los arqueólogos de Chile.

b) Fomentar el estudio, desarrollo, protección y difusión del patrimonio cultural en el actual territorio chileno y especialmente del patrimonio arqueológico.

c) Estimular los estudios de interés arqueológico y promover la interacción de los arqueólogos con distintos actores de la sociedad.

d) Asumir un rol activo en la formación y perfeccionamiento de los arqueólogos de Chile.

e) Elaborar y promover un Código de Ética de la práctica arqueológica.

En base a estos objetivos, el principal desafío del Colegio es el mejoramiento de las actuales condiciones de trabajo, la regulación de las condiciones laborales en que se acuerdan los contratos de trabajo y la promoción de alternativas concretas para una protección laboral consistente con el permanente ejercicio de actividades en terreno, en oficina y también en laboratorio. Gran parte de los arqueólogos actualmente trabajamos de manera irregular, sin contrato, a honorarios y muchas veces sin que se respeten nuestros derechos laborales, por lo tanto, carecemos de previsión (AFP y salud), de seguros de accidente y de vida, en circunstancias que nos desempeñamos constantemente bajo condiciones de riesgo, tanto en proyectos con financiamiento público como privado.

Además, un Colegio de Arqueólogos debe promover el estudio de la arqueología e incentivar la formación de nuevos profesionales y científicos. Para ello creemos necesario incorporar de forma temprana a los estudiantes en actividades laborales, incentivar los procesos de titulación de quienes no concluyan aun sus memorias de titulo, abrir espacios de acercamiento de los estudiantes a arqueólogos en ejercicio mediante la generación de simposios para estudiantes, charlas de la actividad profesional en las universidades que dictan la carrera e incentivar el acercamiento entre estudiantes de distintas casas de estudio. Del mismo modo, esperamos lograr el perfeccionamiento tanto de postítulo como postgrados enfocados en los múltiples ámbitos laborales y no sólo en el ámbito científico y académico, como ha sido hasta ahora. Asimismo, consideramos importante acercar nuestra disciplina a los estudiantes de educación básica y secundaria.

Creemos que si bien un Colegio de Arqueólogos debe estar compuesto por arqueólogos profesionales, también sostenemos que la exclusión no conduce al acercamiento requerido y al cual estamos convocando. Por lo mismo, invitamos a todos quienes ejercen laboralmente la arqueología en Chile a formar parte de las distintas actividades de un futuro Colegio de Arqueólogos de Chile.

Como nuestra propuesta es amplia e inclusiva, proponemos la formación de diversas secciones dependientes del Colegio Profesional que permitan agrupar intereses comunes del quehacer arqueológico incorporando de esta manera sus ideas de manera activa a esta iniciativa. Sólo se excluirán quienes se autoexcluyan.

Finalmente, debemos manifestar nuestra posición frente a la SCHA: Valoramos la tradición y enfoque cientificista que ha mantenido desde su fundación hasta nuestros días. Valoramos el aporte en conocimiento que ha producido y promovido. Valoramos los procesos de apertura al ingreso de nuevos miembros en los últimos años. Valoramos la constante persistencia en la búsqueda de la excelencia científica y en la continua organización de los Congresos de Arqueología Chilena, principal instancia de encuentro científico y social de los arqueólogos nacionales. No obstante, también sabemos que los fines por los cuales se creó la Sociedad no incluyen los temas aquí señalados, por lo que invitamos a sus miembros a formar parte de esta nueva iniciativa organizacional en la que proponemos la cooperación con esta instancia en los temas a que a ésta sí le interesen o incumban.

Hacemos un llamado a quienes ejercen la arqueología en Chile, en cualquiera de sus formas, a generar debate entre pares en el lugar en que hoy se encuentren, que se discutan estos y otros temas y que se acerquen a nosotros con sus ideas y propuestas activas, con el fin de alcanzar una organización amplia, inclusiva, activa y que se valide en el corto plazo, dejando fuera de sus objetivos los tradicionales vicios y desidias de las innumerables organizaciones sociales que se dejan llevar por la politiquería y el afán de figuración de quienes las dirigen y la crítica destructiva y sin sentido, para dar paso a la colaboración y solidaridad gremial, la opinión informada y activa sobre temas nacionales de relevancia para la arqueología, y a la comunicación, socialización y regeneración de nuestra comunidad. Sean todos bienvenidos.

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